Vol. 31, Nos. 9 y 10, Noviembre 1999


Publicado en: lunes 22, noviembre, 1999

(1) «Transnacional: una palabra a la que le llegó su tiempo» (Transnational: a word whose time has come), Harlan Cleveland, Walter Truett Anderson (pp. 879-885).

(2) «El siglo global» (The Global Century), Harlan Cleveland (pp. 887-895).

Ningún pueblo, independientemente de cómo se defina, puede reclamar al Siglo 21 como suyo; este solo puede ser llamado el Siglo Global. Un vistazo al horizonte al final del Siglo 20 muestra diez transformaciones que están ocurriendo a la vez -todas relacionadas con la difusión global del conocimiento. No podemos sobre lo que pasará o cuándo, pero ya sabemos por qué. El «ambiente de información» está cambiando nuestros pensamientos sobre la globalización, diversidad, comunidad, la economía mundo, la brecha ricos-pobres, y la educación. Nadie puede estar a cargo, por lo que todo mundo está parcialmente a cargo. Las implicaciones para el aprendizaje son enormes, desde preescolar hasta la educación superior. La educación para el Siglo Global debe ayudar a los ciudadanos a pensar acerca de «la situación como un todo», a pensar como «reunirlo todo junto».

(3) «Las dos globalizaciones: notas sobre un diálogo confuso» (The two globalizations: notes on a confused dialogue), Walter Truett Anderson (pp. 897-903).

La globalización es altamente controvertida, pero una debilidad principal en el debate global sobre sus efectos es que la palabra «globalización» es empleada de diferentes maneras. Para algunos es principalmente un proceso económico (globalización uno), y de origen bastante reciente. Para otros, es un desdoblamiento evolucionario enorme (globalización dos) que ha estado en proceso durante siglos, si no milenios, y que involucra no solo transformaciones económicas, sino también políticas, culturales y biológicas -y no sólo los procesos, sino también la conciencia de la globalización. La mayor parte de los actuales debates de políticas tienen que ver con globalización uno. Ambas podrían ser en cierto grado gobernables, pero ninguna de las dos es reversible.

(4) «Las ambigüedades de la globalización» (The ambiguities of globalization), Stephen Toulmin (pp. 905-912).

Las discusiones actuales sobre globalización fallan al confundir dos asuntos: (1) la competencia económica entre naciones estado soberanas -la llamada «competitividad global»- que es empleada como una excusa para reducir los presupuestos de apoyo social; y (2) el valor de las organizaciones internacionales mundiales establecidas sobre una base no estatal -organizaciones no gubernamentales, profesionales, deportivas, laborales y otras, humanitarias, ambientales o de derechos humanos. La oposición a la «globalización» en el primero de los sentidos no es un obstáculo para el apoyo para el Segundo de los desarrollos (organizaciones no gubernamentales): por el contrario, las organizaciones no gubernamentales pueden ser el mejor instrumento para contrarrestar las políticas gubernamentales inhumanas. La contundencia de estos argumentos económicos descansa, argumenta el artículo, sobre la confusión de dos interpretaciones de los términos «global» y «globalización». En los negocios multinacionales u otras empresas globales, estos términos implican que el papel económico de los gobiernos se reducirá y la competencia global tendrá lugar entre corporaciones: Fuji vs. Kodak, Boeing vs. Airbus, Compaq vs. Toshiba. En gobiernos, por contraste, los mismos términos implican un papel económico continuado -incluso aumentado- para los gobiernos, de tal manera que la competencia global tiene lugar entre países: Gan Bretaña vs. Alemania, Japón vs. Estados Unidos, Europa vs. América. Negocios y gobiernos hablan con propósitos cruzados. Los pasos que toman las corporaciones multinacionales para reducir otros costos laborales «no salariales» -notablemente sus impuestos- son vistos por los políticos y periodistas como no patrióticos. En lugar de seguir a los negocios en la arena global, los defensores del ambiente y de los intereses laborales retroceden a la arena doméstica, dejando a los gobiernos que traigan a las corporaciones en línea. Si se abordan sólo en este nivel, los argumentos económicos son, en efecto, difíciles de debilitar: abordados «un estado nación a la vez» (por decirlo de alguna manera) los asuntos de «ventajas comparativas» tientan a gobiernos rivales a involucrase en una competencia por reducir costos, y los costos de los servicios sociales son un objetivo obvio para la reducción de costos, p. e., en Francia o Suecia. Abordados en un nivel más amplio (global), sin embargo, los mismos asuntos pueden plantearse en términos menos dañinos para los intereses laborales o ambientales. Una Oficina Global del Trabajo capaz de mirar a los ojos a la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo, podría establecer estándares para proteger esos intereses con igual fuerza que aquellos en los que insisten las agencias internacionales para la «transparencia» en las cuentas, competencia «justa» y otros parecidos. Reducciones excesivas en las protecciones sociales pueden ser entonces, de hecho, juzgadas como competencia «injusta» y ser penalizadas como tales.

(5) «2,000: el siglo abierto» (2000: the open century), Fusan Zhao (pp. 913-922).

Luego de un siglo de guerras y revoluciones, ¿seguirá el Siglo 21 el mismo camino, o podríamos esperar movernos hacia un siglo genuinamente global? Cualquier optimismo o pesimismo histórico determinista no tiene bases. El futuro de nuestro mundo está abierto cuando rechazamos nuestra autocomplacencia, manteniendo así una mente abierta para aprender de la ciencia contemporánea así como de la historia humana, tanto del oriente como del occidente. Entonces, podemos ser conducidos a preguntar: ¿no le está faltando algo a la civilización moderna de los pasados tres siglos al sobre enfatizar el progreso material a costa del crecimiento espiritual de los humanos? Los políticos actuales están ocupados ajustando toda suerte de relaciones domésticas e internacionales. Sin importar cuán importantes son éstas, no pueden llenar la misión completa de cualquier sociedad moderna. Artistas, científicos, aquellos en varios campos de la academia, en educación y vocaciones religiosas, mientras nos ayudan a nosotros mismos y a nuestra posteridad a buscar el significado de la existencia humana, están unidos en nuestras responsabilidades hacia la humanidad para el Siglo Veintiuno.

(6) «Un siglo post-europeo en la ciencia» (A post-European century in science), Susantha Goonatilake (pp. 923-927).

El siglo venidero traerá globalización, un cambio hacia nuevas biotecnologías y tecnologías de la información, y un cambio de los centros de gravedad del mundo, alejándolos de sus atracaderos eurocéntricos y llevándolos hacia Asia. El cambio en las tecnologías traerá como resultado que los tres campos de la información en la cultura, los genes y las computadoras se unifiquen en en un todo compuesto. Ecologías de información -la genética, la cultural y la de artefactos- deben ahora empujarse unas a otras. Con la automatización, la agenda de la Revolución Científica del Siglo 17 será dejada en parte a las máquinas. Más aún, el abandono del modernismo y el surgimiento del post-modernismo son un reflejo del agotamiento del proyecto de la Ilustración. En las ciencias de hoy coexisten una variedad de posiciones culturales, epistemológicas y hasta ontológicas. Conforme se buscan macro agendas de reemplazo en la ontología, la epistemología, la lógica y la cultura, Asia proporciona una fuente civilizacional rápidamente disponible.

(7) «Mileniarismo científico» (Scientific millenarianism), Alvin M. Weinberg (pp. 929-936).

El «mileniarismo científico» connote preocupaciones sobre desgracias científicas que podrían amenazar a la humanidad en un futuro distante. Ejemplos son el impacto de un meteoro, el cambio climático global, la disposición de desechos radioactivos, y la guerra nuclear. Cada una de estas amenazas se extiende sobre cientos, si no es que miles, de años, y sin embargo obligan a la atención seria hoy por parte de los cuerpos regulatorios, los políticos y los tecnólogos. Las respuestas de la sociedad incluyen posiciones tecnológicas, la extensión del conocimiento, respuestas institucionales y respuestas religiosas.

(8) «El ambiente del mañana es global» (Tomorrow’s environment is global), Richard Elliot Benedick (pp. 937-947).

El siglo venidero se caracterizará de manera creciente por retos ambientales que trascienden las fronteras y responsabilidades de los estados soberanos. A pesar de la declinación en las tasas de nacimiento de la última década, para la mayoría de los países los mayores incrementos de población ocurrirán durante el siguiente medio siglo. La mera magnitud de la producción, explotación de recursos y demanda de los consumidores pondrá esfuerzos crecientes sobre los ciclos naturales y ecosistemas de los que depende la vida. Algunos fenómenos como el inesperado colapso estacional del ozono sobre la Antártica, así como el crecimiento de mal augurio de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, señalan ya la necesidad de una cooperación internacional más intensa entre naciones y pueblos. Otros asuntos potenciales son la elevación en los niveles del mar, patrones climáticos cambiantes, disponibilidad en peligro de agua fresca, docenas de nuevas megaciudades (en exceso de cinco millones de habitantes) en los países más pobres, destrucción masiva de bosques, habitantes y diversidad biológica, y una más amplia difusión de químicos y desechos tóxicos. El histórico Protocolo de Montreal de 1987 sobre la protección de la capa de ozono proporciona muchas lecciones para el siglo venidero: nuevas formas de cooperación internacional, nuevas formas de estimular la innovación tecnológica, y la inclusión de nuevos participantes en todos los niveles de los procesos de toma de decisiones.

(9) «Rescatando las tierras secas: un proyecto para el mundo» (Rescuing drylands: a project for the World), Mohamed Kassas (pp. 949-958).

Los peligros ambientales amenazan a los sistemas de soporte de la vida en las tierras secas de todo el mundo; la ciencia y la tecnología pueden jugar un papel importante al permitir a los hábitats y sus habitantes a enfrentar dichos peligros. La desertificación es un asunto global comparable a otros problemas globales generalmente reconocidos tales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y las enfermedades epidémicas. Y la desertificación puede ser detenida, si la ciencia y la tecnología son movilizadas al servicio de un determinado esfuerzo internacional. Tres iniciativas globales son esenciales: (1) Un sistema de alarma temprana de sequías; (2) centros internacionales de investigación sobre la desertificación; y (3) un programa internacional para desarrollar tecnologías del recurso del agua.

(10) «Elección humana: el código genético para el desarrollo social» (Human Choice: the genetic code for social development), Harlan Cleveland, Garry Jacobs (pp. 959-970).

Se necesita una teoría comprehensiva del desarrollo social que trate a los seres humanos como el centro del proceso de desarrollo e integrar todos sus factores económicos, políticos, sociales y culturales. Echando mano de un amplio rango de paralelos interesantes con la evolución biológica, los autores describen el papel central de la organización en el desarrollo social; el «superávit de energía humana», lo mismo como condición que como combustible para el proceso; el papel de los pioneros individuales conscientes que expresan aspiraciones sociales subconscientes; la imitación como el mecanismo para la difusión social; los flujos de información que sirven como catalizadores para nuevas cosas por hacer y nuevas maneras para hacer cosas viejas; y leyes, políticas y sistemas formales como estaciones de paso en el camino hacia valores internalizados y organizaciones sociales informales. El principal recurso y determinante último del desarrollo es la capacidad ilimitada de los seres humanos individuales para la creatividad y la inventiva. Extender una mayor libertad de elección para sus ciudadanos individuales es el mecanismo central por el que una sociedad puede aprovechar y liberar este recurso infinito para el beneficio colectivo.

(11) «La hipótesis transmoderna: hacia un diálogo de culturas» (The transmodern hypothesis: towards a dialogue of cultures), Marc Luyckx (pp. 971-982).

Para un Seminario de la Comisión Europea en Bruselas se propuso una «doble hipótesis»: que estamos en una transición hacia un modo transmoderno de pensar que combina intuición y espiritualidad con trabajo cerebral racional; y que los conflictos del Siglo 21 probablemente no serán entre religiones o culturas sino al interior de éstas, entre visiones del mundo premodernas, modernas y transmodernas. Los pensadores no occidentales encuentran este marco de referencia útil: abre una puerta a la crítica de los peores aspectos de la modernidad sin ser «anti-occidental». Las reacciones occidentales son más mezcladas, con algunos críticos deseosos de mantener una barda alta entre religión y gobernanza, y otros dando la bienvenida al concepto de transmoderno como útil para relacionar a los estados con la religión y para analizar conflictos que involucran a creencias sobre las creencias. La «transmodernidad» resulta ser una rica herramienta de análisis, con implicaciones importantes para la política exterior europea en el siglo venidero.

(12) «Sociedad civil global: lecciones de la gobernanza oceánica» (Global civil society: lessons from ocean governance), Elisabeth Mann Borgese (pp. 983-991).

Las ideas de finales del Siglo 20 sobre la gobernanza de los océanos del mundo podrían proporcionar claves sobre el papel de la sociedad civil en el Siglo 21. La Convención de Naciones Unidas sobre la Ley del Mar ha cambiado radicalmente las ideas sobre «soberanía nacional», cambiando su foco de lo territorial a lo funcional, imponiendo sobre los estados el deber de cooperar y pagar impuestos, requiriéndoles compartir los derechos soberanos, y trascendiendo la soberanía con el concepto de «herencia común». La proliferación de organizaciones no gubernamentales que operan en el escenario internacional está empoderando a todos los elementos de una pujante sociedad civil global. En algunas experiencias pioneras en las relaciones internacionales, representantes no-gubernamentales se sientan a la par con delegados de los gobiernos. La mayoría de los elementos de la sociedad civil global -ONGs, negocios internacionales, la comunidad de científicos, los medios de todo el mundo, y las comunidades locales- todavía no se han enfocado en las clases de globalización que pueden reducir la brecha entre ricos y pobres y promover el desarrollo sustentable, pero, en el nuevo siglo, una sociedad civil más global puede jugar un papel más constructivo.

(13) «La globalización de la regla de la ley y los derechos humanos» (The globalization of the rule of law and human Rights), Steven T. Walther (pp. 993-1003).

El tercer milenio será un período definitorio para el futuro de los derechos humanos en todo el mundo. En el segundo milenio surgieron, evolucionaron y se expandieron conceptos rudimentarios de derechos humanos que finalmente fueron tejidos en una intrincada y detallada red de derechos que ha sido enunciada globalmente, pero todavía no ha sido reconocida y puesta en vigor universalmente. Desde la Segunda Guerra Mundial han ocurrido desarrollos con un ritmo creciente. Las Naciones Unidas y la Corte Internacional se han establecido. Se han creado tribunales criminales y se han instalado cortes regionales y organizaciones de seguridad regional. Hay un reconocimiento creciente de que los gobernantes de las naciones deben estar sujetos a la jurisdicción civil y criminal de la ley internacional. Al cierre del segundo milenio estamos siendo testigos de la primera condena de un gobernante en funciones por violaciones a la ley criminal internacional. A pesar del importante progreso, todavía deben superarse muchos obstáculos antes de que la aplicación de la ley prevalezca globalmente.

(14) «El futuro de la política» (The future of politics), James N. Rosenau (pp. 1005-1016).

La humanidad está viviendo transformaciones sutiles pero vastas, desde el impacto de la globalización hasta el jalón de los conforts locales, desde el movimiento hacia las organizaciones regionales hasta las demandas de grupos transnacionales, desde las cada vez más poderosas consecuencias de las tecnologías microelectrónicas hasta los cada vez más profundos lazos de interdependencia. Estos cambios puede ser descritos con justeza como el surgimiento de una nueva época marcada por estructuras globales alteradas e impulsadas por una revolución de habilidades, una explosión organizacional, y un flujo continuo de ideas, dinero, bienes y personas que están volviendo crecientemente obsoletas a las fronteras territoriales establecidas hace tiempo y están generando una excesiva descentralización de la autoridad. El futuro de la política se concibe así como cargado de contradicciones, ambigüedades e incertidumbres.

(15) «Índice» (Index).

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