Vol. 35, No. 6, Agosto 2003


Publicado en: sábado 30, agosto, 2003

(1) «¿Qué futuros para las ciencias sociales?» (What futures for social science?), Bruce E. Tonn (pp. 547-551).

(2) «Comunicación de riesgos futuros» (Future risk communication), A. Bostrom (pp. 553-573).

Ciencia y tecnología han transformado los riegos y las comunicaciones en el último siglo. La viruela ha desaparecido y la polio está desapareciendo con rapidez gracias a las vacunas. Comunicaciones, comercio y riesgos se han vuelto globales. Redes inalámbricas, comunicaciones de banda ancha e interfases inmersivas están ya en algunos hogares. En el futuro, las ayudas para comunicaciones ubicuas en forma de agentes de riesgo listos podrían dar forma tanto al medio como al mensaje, poniendo al riesgo en el contexto adecuado para una persona específica. Sintiendo las características del riesgo físico, y recolectando y sintetizando la información sobre los riesgos, pesada por juicios sobre las fuentes de esa información, y llevando éstos a los medios de elección, un agente listo o tecnología activa podría proporcionar la comunicación de riesgo última. Con todo, las teorías de comunicación de riesgo están en su infancia, con unas haciendo énfasis en el conocimiento y control del riesgo, y otras las respuestas sociales y afectivas que impulsan el cambio de comportamiento. Para crear agentes morales, necesitamos entender cómo nuestros propios valores y objetivos y los de otros surgen y cambian en esta sociedad crecientemente intensa en información, y cómo las realidades virtuales pueden evocar o desplazar afecto, cognición y contexto social -esto es la vida tal como la conocemos. De otra forma, podríamos cruzar la división entre la toma de decisiones informadas y la persuación si razón.

(3) «Psicología, significado y los retos de la longevidad» (Psychology, meaning and the challenges of longevity), D. G. MacGregor (pp. 575-588).

La humanidad ha empezado a recolectar una de las cosechas más valiosas de sus esfuerzos científicos y tecnológicos: un incremento significativo en la longevidad humana. Hoy vivimos más tiempo que nunca antes, debido en gran parte a avances en la medicina y la atención a la salud que le proporcionan a quienes pueden pagar por ellos un tiempo de vida que para muchos se acerca o excede la marca de los 100 años. Está ahora dentro del margen de las posibilidades que las personas vivan vidas de 125 años o más dentro del próximo siglo. Sin embargo, nuestra habilidad para incrementar la longevidad física haber tomado la delantera a nuestra habilidad para tratar individual y socialmente con estas nuevas vidas, estas nuevas existencias que van mucho más allá de lo que tradicionalmente ha sido considerado una «vida de trabajo». ¿Cuán preparados estamos sicológicamente para manejar el significado de una vida que se extiende por 150 años o más? En esta nueva «edad de longevidad», ¿cuáles son los retos para la sicología como un recurso para la humanidad en su búsqueda por darle definición a la experiencia de estar vivo, así como para manejar los asuntos de la vida cotidiana? Las teorías tradicionales de desarrollo en sicología tienden a articular las etapas tempranas de la vida en detalle, pero en general están mudas sobre el asunto de la vida posterior. La sicología cognitiva ha estado inclinada a ver la longevidad como conducente a un deterioro de las facultades mentales debido al «envejecimiento». Este artículo examina las implicaciones sicológicas de mayores lapsos de vida desde una perspectiva optimista, revisando los desarrollos actuales en la investigación sobre cognición, emoción y envejecimiento. La revisión identifica tendencias en sicología que, si se enfatizan y refuerzan, podrían conducir a mejores marcos de referencia teóricos que miren a la longevidad con una luz positiva, y que identifiquen cómo las personas encuentran significado y satisfacción a lo largo de todo su lapso de vida. «¡Envejece conmigo! Lo mejor está todavía por venir, la última vida para la que la primera fue hecha» Robert Browning «Rabbi Ben Ezra». El autor señala haberse encontrado con las obras de Browning como estudiante de pregrado y que, siendo entonces un estudiante de pre-ingeniería, sus tendencias hacia la poesía estaban atrofiadas, por decir lo mejor. Pocas de las grandes obras de la literatura que sus profesores le obligaron a leer en esa época de su vida y desarrollo tuvieron suficiente impacto como para durar más allá de la duración del curso que requería su lectura. Mucho ha cambiado desde entonces y los intereses del autor en la literatura y lo que la literatura tiene que decir que es valioso para nuestras vidas se han profundizado. Pero la llamada entusiasta de Browning para unirse a él en el envejecimiento ha sido siempre para el autor una fascinación. En efecto, ¿qué podría ser una mayor contradicción para las actitudes modernas sobre volverse viejo que postular que «lo mejor está por venir»? ¿Qué podría ser un mayor reto que cómo abordamos la relación entre ser joven y ser viejo que postular que la última parte de la vida es aquella «para la que la primera fue hecha»? ¿Cuáles podrían ser las posibles recompensas de los años dorados que trasciendan los entusiasmos gloriosos, los optimismos sin límite, y las meras conveniencias físicas de ser joven? O, ¿estaba Browning simplemente tratan de hacernos tragar a todos un hecho consumado, el resultado esperanzador del cual es la envidia de los muy jóvenes que los envejecidos a menudo envidian tanto? Hay poca envidia de los viejos hoy. El autor aborda estos años con gran precaución, reconociendo que la manera en que mira a quienes son dos décadas más viejos que él lo condicionara, a su vez, a verse en esos años de una manera muy similar a como los ve a ellos ahora. «Envejecer» no es algo que realmente cualquiera quiera hacer. Cuando mucho deseamos «crecer más viejos», una perspectiva que lleva un giro más positivo: crecer más sabios, madurar, o simplemente «crecer» con todas sus connotaciones de nueva-edad de ilustración personal y ser. No estoy «envejeciendo, me «estoy volviendo uno». El lenguaje que hemos adoptado para hablar sobre el curso temporal de la vida, y particularmente sobre los años comprendidos en la última tercera parte de ese curso, es en mucho responsable sobre cómo encuadramos tanto la forma en que vivimos esos años como la manera en que los anticipamos en nuestra juventud. Nuestras expectativas son de declinación, debilitamiento físico y falta de firmeza mental. Nos «retiramos», como en una retirada hacia la reclusión, de la principal corriente de vida y hacia el remanso arremolinado de la inacción; en uno mismo. Buena parte de esta visión ha sido reforzada por cómo la humanidad ha abordado el examen de este aspecto de su propio curso de acción a través de la ciencia. Estudiamos el envejecimiento con un ojo en cómo afecta las habilidades de quienes envejecen para comportarse u operar, comparadas con las de quienes todavía tienen todas sus facultades. Y, por supuesto, encontramos que conforme las personas se hacen viejas ya no se acercan a la vida de la misma manera en que lo hacen los jóvenes. Parte de nuestros puntos de vista sobre la vida proviene de la mera manera en que la ciencia es financiada: quienes están interesados en la última parte de la vida a menudo reciben apoyo del Instituto Nacional del Envejecimiento, y no del Instituto Nacional de la Última Parte de la Vida para la que la Primera Fue Hecha. Las agendas de investigación a menudo se centran en la identificación de las fuentes de debilidad y potenciales prótesis, ya sea físicas o sociales, que pueden facilitar las vidas de los viejos en su camino hacia el logro del objetivo de un envejecimiento exitoso. Con demasiada frecuencia, éxito en el envejecimiento significa imponer relativamente pocas demandas sobre los recursos sociales o sobre las vidas de los más jóvenes, tales como los miembros de la familia. En nuestra sociedad «edadista», la vejez no es equiparada generalmente con posición o estatus. Los jóvenes «escuchan» cada vez menos a los viejos por interés en sus vidas y sus experiencias. La sabiduría es providencia de los recientemente maduros y recientemente educados. Las deficiencias de la vida en los años avanzados son mucha y están bien documentadas en la literatura de investigación. Los períodos de memoria decrecen, la recuperación de información se vuelve menos fiable, y la nueva información se asimila con menor rapidez. Conforme las personas se vuelven viejas, parecen descansar cada vez más en el procesamiento automático de información, asociaciones rápidas y otros similares, más que en un razonamiento deliberativo y consciente. Para la mente vieja, la intuición es al menos algo preferida al análisis. Por ejemplo, los más jóvenes tienden a interpretar las historias analíticamente, enfocándose en los detalles, mientras que las personas más viejas tienden a enfocarse menos en los detalles de una historia y más sobre lo «fundamental» y su significado para las cosas que son importantes para ellas, y tienden a ser mejores en términos de captar y tratar con la información en términos de su significado holístico. Los efectos de estas diferencias en el procesamiento de información entre jóvenes y viejos pueden verse en asuntos prácticos de la vida cotidiana, tales como la toma de decisiones y los juicios. Johnson, por ejemplo, encontró que los adultos viejos emplean estrategias de simplificación de decisiones más a menudo que los adultos jóvenes. Estas estrategias, tales como reglas no compensatorias que consideran sólo los aspectos positivos o sólo los negativos de una opción de decisión, pero no ambos, los alivian de la carga sicológica de hacer compromisos complejos y esforzados, con el posible costo de eficiencia y precisión. Chasseigne y colaboradores encontraron que conforme las personas envejecen, son menos consistentes en su uso de información para hacer juicios y predicciones; incluso una reducción en la carga y demandas globales de información sobre la memoria hace poco para mejorar la fiabilidad de sus juicios.

(4) «El fin de la historia neoliberal -el futuro de la economía» (The end of neoliberal history-the future of economics), T. Gáspár, P. Gervai, L. Trautmann (pp. 589-608).

El futuro de la economía requiere discusión tanto negativamente, como la negación de la perspectiva neoliberal, como positiva, como una ciencia capaz de manejar la paradoja cultural histórica de bienestar-libertad. Los autores postulan que esta alternativa es economía política, que ellos definen como una ciencia que busca la materialización de las visiones sociales en la esfera económica. Esta tradición se remonta a las culturas antiguas y no coincide con el uso actual de economía política. El artículo discute la economía política de la edad de la información y más allá. La idea central es que la alternativa humana a los cambios tecnológicos en progreso ejecuta visiones de largo plazo de la humanidad: coexistencia de libertad y bienestar bajo liderazgo cultural en una escala global.

(5) «Las ciencias sociales: ¿Quién las necesita?» (The social sciences: who needs ‘em?), P. T. Manicas (pp. 609-619).

Generalmente se olvida que la institucionalización de las disciplinas en las ciencias sociales ocurrió hace menos de cien años. En ese entonces, los académicos fueron capaces de convencer a la comunidad más amplia que podían contribuir de manera poderosa a la disminución de los problemas de la sociedad. Pero los tiempos han cambiado. Frente a los procesos de «globalización», nuevas tecnologías, y nuevas demandas pedagógicas, las instituciones de educación superior pelean hoy por fondos escasos en lo que es un juego de suma cero por la supervivencia. Junto con ello hay una pérdida de confianza en los objetivos y promesas atribuidas a las ciencias sociales, una condición exacerbada de manera importante por las «guerras culturas» en los campus. Nos guste o no, muchos comparten la opinión del Presidente del Consejo de Educación Superior de Massachusetts, James F. Carlin, quien afirmó que «al menos 50% de la investigación en las ciencias no-duras en los campus de Estados Unidos es mucha tontería». En efecto, el futuro parece sombrío, a menos que las facultades en las ciencias sociales reafirmen por ellas mismas un viejo ideal: la idea de que la ciencia social tiene un potencial emancipatorio genuino. Pero por supuesto, eso nos deja también con la pregunta, ¿quién nos pagará por realizar este trabajo?

(6) «¿Uniendo a Humpty Dumpty otra vez? Las estructuras del conocimiento y el futuro de las ciencias sociales» (Putting Humpty Dumpty back together again? The structures of knowledge and the future of the social sciences), R. E. Lee (pp. 621-632).

Hace cincuenta años estaba claro dónde estaban las ciencias sociales, lo que hacían y hacia donde iban. Este consenso era producto de la construcción de largo plazo de estructuras de conocimiento que resultaron en la institucionalización de un conjunto de disciplinas que podrían funcionar para garantizar cambio ordenado en la esfera social en el nombre del «progreso» a través del control científico, ejercido por «expertos» y basado en «hechos duros». Después de 1945, la legitimidad académica de las premisas detrás de las particiones que separan a las disciplinas y la utilidad práctica de las distinciones declinaron, y desde 1968 fueron enfrentadas abiertamente. El artículo plantea que las estructuras de conocimiento, incluyendo a las ciencias sociales, han entrado en una crisis secular y por tanto a un período caracterizado por la elevada capacidad de agencia transformadora típica de las transiciones. Dado que no puede predeterminarse ningún resultado para la organización de futuras formas de conocimiento, este artículo concluye considerando modos de participación académica en la transformación de las ciencias sociales. «¿No piensas que estarías más segura abajo en el suelo? Alicia continuó, no con alguna idea de hacer otro acertijo, sino simplemente en su bien dispuesta ansiedad por la extraña criatura. «¡Esa pared es tan estrecha!» Lewis Carroll, en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (Through the Looking-Glass and What Alice Found There). Hace cincuenta años una discusión seria centrada en el futuro de las «ciencias sociales» de manera colectiva podría haber sonado en el mejor de los casos un poco como narcisismo auto-reflexivo, o simplemente una pérdida de tiempo. En el peor de los casos podría parecer simplemente absurda. Ello no significa que no hubiese entonces importantes desacuerdos a interior y a través de las disciplinas de la ciencia social. Existía, sin embargo, un consenso amplio sobre la organización intelectual e institucional del conocimiento, que reconocía fronteras entre las humanidades, las ciencias sociales y las ciencias, y las disciplinas singulares de las que éstas estaban compuestas. La exposición en el artículo se inicia con un bosquejo de la construcción histórica de esta estructura relacional, tanto constitutiva de como constituida por realidad material, que dejó abierta la posibilidad de innovación teórica y metodológica y desarrollo sustantivo, pero que al mismo tiempo disciplinó la trayectoria de tales desarrollos. Este bosquejo es seguido de una visión general de cómo las perturbaciones de los 1960 dramáticamente pusieron en primer plano las premisas de la autonomía disciplinaria (en efecto, eso nunca había estado totalmente vacío de controversias). Conforme los principios fundacionales de los enfoques teórico, las prácticas metodológicas y los asuntos de propiedad vivieron cambios radicales, y las limitantes de raza, género y clase en la constitución de las facultades y cuerpos estudiantiles se abrieron a través de una combinación de reflexión crítica y acción directa, surgieron de manera dramática preguntas sobre los futuros centros intelectuales e institucionales para la producción de conocimiento legítimo y autorizado de la realidad humana. Finalmente, la crisis en la evolución de largo plazo de las contradicciones internas de la estructura del conocimiento de las «dos culturas», y por tanto también de las ciencias sociales, sugiere una transformación estructural inminente. Ningún resultado está predeterminado para la organización de futuras formas de conocimiento y su organización institucional, pero la participación electiva será un ingrediente vital en su construcción y en imaginar las posibles estructuras sociales alternativas de las que serán una parte inseparable. La última pregunta por abordar se refiere, entonces, a los modos de participación académica en esta transición.

(7) «El futuro en las ciencias sociales» (The future in the social sciences), W. S. Bainbridge (pp. 633-650).

La manera en que las ciencias sociales conceptualizan el futuro depende en una medida variable de los desarrollos intelectuales al interior de dichas ciencias, de la competencia versus cooperación entre ellas, y de los cambios en la sociedad del entorno que altera el papel de las ciencias sociales. Este artículo nota que la ciencia social ha madurado en un conjunto de disciplinas relativamente estáticas que no esperan crecer con rapidez como lo hicieron hace unas décadas, y este hecho puede darles una visión relativamente conservadora del futuro. Sin embargo, es posible identificar tendencias y factores que podrían inspirar a la ciencia social a pensar de manera muy diferente. El artículo presenta estas ideas a través de nueve escenarios: una proyección libre de sorpresas; creciente confianza de la sociedad post-industrial en la ciencia social; el choque de civilizaciones; un posible renacimiento de la antropología cultural; el impulso hacia la hegemonía por la economía; el potencial impacto de los avances biológicos; un resurgimiento hipotético de la sicología de la personalidad; el surgimiento de nuevas ciencias sociales orientadas a la información; y la necesidad de pensar fuera de la caja terrestre. Aunque el autor ha publicado libros sobre el futuro de la religión y el programa espacial, escribe este artículo no como futurista o futurólogo, sino como alguien que ha estado involucrado durante nueve años en el financiamiento de la ciencia social por el gobierno de Estados Unidos. Aparte del movimiento cultural transdisciplinario de los estudios de los futuros, cada una de las ciencias sociales intenta ocasionalmente prever los resultados de las tendencias actuales, incluyendo los cambios progresivos que están ocurriendo al interior de las propias disciplinas. Hoy las ciencias sociales se encuentran bajo diferentes presiones y con diferentes direcciones en las que podrían innovar, por lo que su futuro y cómo verán el futuro son preguntas muy abiertas. Se considera generalmente que las ciencias sociales incluyen a la economía, la ciencia política, la sociología, la antropología cultural o social, la sicología social y la geografía social. Con frecuencia también son incluidas otras disciplinas o campos interdisciplinarios, tales como la justicia criminal o estudios socio-legales, aspectos de la arqueología, lingüística social, ciencias de las decisiones, algunos estilos de la investigación histórica, el bienestar social, las comunicaciones, y ramas de la filosofía como la ética. Hoy existe cierta tendencia a distinguir entre ciencia social y ciencia del comportamiento, estando esta última más fuertemente atada a las ciencias biológicas, y la economía a menudo se coloca aparte como una disciplina analítica rigurosa remota de las supuestamente menos rigurosas ciencias de la sociología y la ciencia política. Este ensayo considera los futuros separados de esta colección de campos mayormente independientes, así como sus posibilidades de integración, para comprender sus enfoques cambiantes a los estudios de los futuros. Para ese propósito, es útil contraponer dos concepciones alternativas de las ciencias sociales. La primera perspectiva clasifica campos tales como la economía, la ciencia política, la antropología y la sociología entre las ciencias duras, junto con la biología, la física, la química y otras disciplinas llamadas algunas veces ciencias de la vida o ciencias naturales. Supone que las regularidades naturales existen a nivel de grupo y sociedad, y que se han desarrollado metodologías rigurosas que permiten identificar dichas regularidades. En la medida en que las leyes sociales de la naturaleza han sido identificadas y se cuenta con buenos datos sobre el actual estado del mundo, debería ser posible predecir el futuro cercano con cierto grado de precisión. Se de hecho no existiesen leyes naturales definidas del comportamiento social a gran escala, entonces esta podría ser un esfuerzo vano lleno de falsas ilusiones. La segunda perspectiva conceptualiza a las ciencias sociales como movimientos de reforma más o menos radicales, que se han vestido a sí mismas en rigor metodológico para explotar el sesgo pro-ciencia de la misma sociedad que ellos buscan cambiar. Desde este punto de vista, las ciencias sociales pueden estar atrapadas en una contradicción trágica entre sus objetivos y sus medios, en tanto que sus compromisos con el rigor metodológico y sus compromisos de valores las jalan en direcciones opuestas. Las predicciones serán normativas, más que descriptivas, abogando por el futuro que debería existir en lugar de deducir el que necesariamente existirá. Probablemente el actual carácter de las ciencias sociales descansa en algún lugar entre estos dos extremos. Las leyes objetivas del comportamiento social podrían existir, pero hay mucho espacio para debatir lo que son y si las que son conocidas actualmente proporcionan mucha base para hacer predicciones. Conforme la sociedad cambia, a menudo en direcciones no previstas, las ciencias sociales encuentran difícil mantener el paso, ya no digamos anticiparse a la curva. A falta en su mayor parte de un paradigma científico claro -fuera de la economía- están definidas en gran medida por las circunstancias históricas en las que fueron creadas, y este hecho dificulta su evolución. Otros factores inhibidores incluyen la rigidez de las burocracias universitarias y los procesos mediante los cuales se recluta al personal de las ciencias sociales. Más de un siglo después de que se formaron estas disciplinas, están llamadas a reinventarse a sí mismas, a menos que pierdan la capacidad para imaginar y darle forma al futuro.

(8) «Una visión del futuro de la ciencia: reintegrando el estudio de los humanos y el resto de la naturaleza» (A vision of the future of science: reintegrating the study of humans and the rest of nature), Robert Costanza (pp. 651-671).

Este artículo presenta una visión de un futuro deseado de la ciencia. En esta visión el futuro traerá la reintegración del estudio de los humanos y el resto de la naturaleza. Las barreras entre las disciplinas tradicionales se disolverán y ocurrirá un verdadero «concilio» de todas las ciencias y humanidades. La ciencia transdisciplinaria conciliar surgirá de un rebalanceo de análisis y síntesis, un reconocimiento del papel central de la producción de visiones en la ciencia, una filosofía pragmática construida sobre teoría y modelado de sistemas complejos, un enfoque multi-escala, y una teoría consistente de la co-evolución cultural y biológica. Ello le permite a los autores construir un mundo que es tanto sustentable como deseable y que reconoce nuestra sociedad fundamental con el resto de la naturaleza. Es un mundo que primero debemos imaginar para poder lograrlo.

(9) «El futuro de la toma de decisiones sobre los futuros» (The future of futures decision making), B. E. Tonn (pp. 673-688).

En el amanecer de un nuevo milenio, con los pasados mil años listos para la reflexión y los próximos mil años cebados para nuevas y excitantes aventuras, la humanidad parece atrapada en la caja de toma de decisiones miopes, de corto plazo. Las voces que ruegan que ampliemos los horizontes de nuestra toma de decisiones para asegurar la sustentabilidad de nuestra especie y muchas otras especies sobre esta Tierra, son ahogadas en la actualidad por una cacofonía de voces que tocan las trompetas de la globalización económica, el rápido desarrollo tecnológico, y los mercados financieros en tiempo real. Aunque la toma de decisiones de futuros no es muy evidente hoy, la pregunta que aborda este artículo es si la toma de decisiones de futuros es o no incluso posible. ¿Existen restricciones inherentes en nuestra habilidad para tomar decisiones que incluyan marcos temporales que cubran siglos si no milenios? Durante las pasadas décadas se ha realizado una enorme cantidad de investigación en el área general de la toma de decisiones. Se ha aprendido mucho sobre la sicología de la toma de decisiones humana y la toma de decisiones al interior de las organizaciones. Se han desarrollado un sinnúmero de métodos para guiar la toma de decisiones. Trabajos recientes en áreas tales como probabilidad imprecisa y sistemas adaptivos complejos están empezando a proporcionar fronteras para aquello que puede ser conocido del futuro. Este artículo revisa mucha de esta literatura diversa y sintetiza importantes hallazgos de investigación a través de diferentes disciplinas para identificar numerosas barreras importantes para la toma de decisiones de futuros. El artículo presenta varias recomendaciones sobre cómo mejorar la toma de decisiones sobre futuros en el futuro.

Escrito por:

FJBS Admin